Datring tuvo claro desde el primer momento que si alguna vez quería ser alguien en el
mundo, y no sólo entre los ogros, tendría que conseguir no estar siempre en
inferioridad de equipamiento y potencia de fuego.
Lo primero lo consiguió con el acero rojo y su obsesión por el cuidado del
equipamiento entre sus tropas. Y lo segundo pasó por equipar a muchos de sus
ogros con cañones desechados y convertirles en los temibles sueltafuegos.
Así, los primeros ogros a los que se les dieron los cañones son conocidos ahora como
los Humareda Sangrienta, y es que tras una ráfaga de sus disparos, cuando el
humo de la pólvora se disipa, lo que acostumbran a ver es a un montón de cuerpos
mutilados y sangrantes.
Como los primeros entre los Sueltafuegos de Datring, los Humareda Sangrienta tienen
el honor de estar siempre en todas las batallas, habiéndose curtido durante
años al lado de su Déspota.
Puede que su puntería deje que desear, o que su disciplina sea mas orca que humana; pero lo que nadie puede negar es que desde que fueron reclutados, éstos ogros han cumplido con la función que se les encomendó: suplir la falta de puntería con pura potencia de fuego.
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