Y llegó el final, y no porque
las audiencias no acompañaran, sino por propia decisión, como deben hacerse las
cosas.
Y es que, House, pese a seguir
siendo una de las series más entretenidas de la televisión, estaba claramente
saturada, y era muy difícil seguir haciendo cosas mínimamente originales con
todos esos años a sus espaldas.
El punto de partida fue muy
bueno, con un House en prisión por lo que hizo en el final de la temporada
anterior, un House que de nuevo tocó fondo, en ésta ocasión por culpa de sus
sentimientos y su incapacidad para aceptar lo que le pasa.
Ahora, mucho más controlado,
con una condicional pillada por los pelos, volverá al hospital a hacer lo que
mejor se le da: salvar vidas y molestar a sus subalternos.
El desarrollo de la temporada
es el habitual, con sus casos relacionados de forma tangencial con la vida de
alguno de los protagonistas; y la trama de fondo (de House) tiene suficiente
chicha entre el tema cárcel y el tema matrimonio falso como para aguantar bien.
Las nuevas incorporaciones lo hacen
bien, y a los antiguos ya los conocemos todos.
Así pues, ésta temporada
podría ser perfectamente la quinta, en lugar de la octava.
Un final que engloba los
últimos ¾ capítulos (ahora de memoria no lo recuerdo bien) y que tiene unos
últimos minutos estupendos.
Vale que puede que el último
capítulo no fuera todo lo espectacular que podría ser, pero fue una buena
despedida, así como un paso adelante para un personaje que lleva toda la vida
pensando únicamente en sí mismo.
Me ha gustado, y como serie me
parece de lo más entretenido que se puede ver hoy por hoy. Tanto, que un día u
otro le daré un re visionado a la serie completa, se lo merece.
Larga vida a House!
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