Hoy os comentaré un poco por
encima la segunda temporada de BoJack Horseman, esa serie de animación de
Netflix que empecé a ver por recomendaciones, no me gustó demasiado, pero al
perseverar me encontré con una historia madura y prufunda.
De entrada se podría decir que
estamos ante una comedia adulta, de esas que no tienen miedo en hacer humor con
elementos escabrosos; pero a medida que vas profundizando en ella (y más en la
segunda temporada) acabas por darte cuenta de que no, que es un drama sobre la
soledad y la falta de sueños a cierta edad aderezado con un envoltorio cómico.
En ésta segunda temporada
veremos cómo BoJack intenta encontrarse a sí mismo, salir del ostracismo en el
que lleva desde que su serie se canceló y ser algo mejor persona. Pero la cabra
tira al monte, y por mucho que lo intente sigue cayendo en los mismos errores:
putear para no quedarse sólo, mentir, etc… con el plus que en ésta ocasión
sabremos ya de dónde le viene todo lo que lleva dentro y entenderemos mejor ese
vacío.
Le seguirán acompañando los
personajes de siempre, todos con sus problemas y neuras (que si entrando a una
secta, que si una relación con un hombre casado, que si miedo de volver a casa
por sentirse un fracasado…) problemas de adultos llevados algo más allá de lo
que sería real y que acaban por hacerte sonreír gracias al tratamiento que
tiene la serie: una tragicomedia.
Diría que la segunda temporada
es mejor en todo que la primera, aquí no tenemos el tiempo de adaptación al
tipo de narración ni a los personajes, así que los guionistas pueden meterse a
fondo con los problemas de BoJack y cómo va intentando trampearlos. Una serie
que de ser de imagen real estaría metida en bastantes nominaciones, pero que al
ser de animación está pasando bastante más desapercibida.
Lástima que los primeros
capítulos estén tan por debajo de lo que viene después, una barrera de entrada
que hay que superar si se quiere disfrutar de ésta estupenda serie.
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