Como en toda comedia que se
precie, la segunda temporada acostumbra a ser mejor que la primera. El equipo
de guionistas ha encontrado ya el punto y el tipo de humor que hacen se perfila
mucho más. Además, el espectador se ha
acostumbrado a los personajes tanto como los actores a encarnarlos. Y esto es
lo que ha pasado con la segunda temporada de Arrested Development.
La excusa de la serie sigue
totalmente vigente: el padre fugado de la justicia y la familia dependiendo
económicamente del único miembro responsable de la misma. Pero ahora todos los
miembros de la familia tienen su propia mini trama dentro de la temporada,
desde el que pierde una mano hasta la que se hace de la industria Hollywoodiense.
Estamos ante un humor algo más
tosco que el que podemos encontrar en series como Modern Family, pero lejos de
lo pasados de vueltas que están los chicos de Community. Un humor que recurre a
lo absurdos que son muchos de los personajes más que a las situaciones que
viven.
No sé si es positivo o
negativo, tendré que pensarlo, pero la familia está compuesto por un número de
miembros ligeramente superior al que compone la comedia media, algo que podría
aportar frescura pero que acaba haciendo que tengas un montón de secundarios y
pocos protagonistas. Porque sí, porque en Arrested Development hay un
protagonista claro y un montón de gorrones a su alrededor. Supongo que si los
capítulos se fueran centrando en los distintos miembros de la familia como algo
más que satélites a los que les suceden cosas podríamos tener un producto más
redondo. Veremos si en las dos temporadas que me quedan por ver les implican
algo más.
Personalmente sigo pensando
que es una comedia de segunda línea, algo entretenido pero que tampoco engancha
demasiado. En mi caso incluso necesito hacer un breve descanso antes de ponerme
con la tercera temporada.
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