Tras ver la primera temporada
de ésta serie inglesa me quedó la sensación de haber visto una serie realmente
buena, de esas que se disfrutan en cada uno de sus pequeños detalles, pero una
serie que no tendría una segunda temporada por quedar “cerrada”, y en caso de
tenerla no llegaría al nivel de calidad de la primera. Cuánto me equivocaba.
En ésta ocasión tenemos la
vuelta a Broadchurch, un pueblo que quedó tocado por el asesinato de un chico y
que aún no lo ha vivido todo: ahora toca juzgar a su asesino. Y es que lo que a
priori parecía un caso cerrado, quizá tiene más chicha de lo que parecía.
Pero eso no es todo, ya que
por otro lado tenemos el caso que se insinuaba en la primera temporada y que
había hecho caer al protagonista hasta donde le veíamos al empezar. Otro caso
de asesinato, cuya investigación correrá paralela al juicio y que, pese a no
contar con tantos personajes interesante (un par o tres) volverá a poner el
foco sobre la pareja de policías de la primera temporada.
La mezcla de los dos eventos
junto al día a día de la gente de Broadchurch son lo que nos mantendrá pegados a
la pantalla durante los escasos ocho capítulos que dura. Y digo escasos porque
todo en ésta segunda temporada está a un nivel altísimo: el casting está
soberbio, el guion es magnífico, la ambientación estupenda… y la música
acompaña al conjunto dando momentos realmente tensos, tristes, alegres o
tiernos, según convenga.
Es en el conjunto en el que la
segunda temporada de Broadchurch está realmente arriba, convirtiéndose en una
de mis series actuales favoritas y una muestra que no es necesario alargar
innecesariamente una serie, siendo lo mejor darle la duración adecuada a lo que
tiene que contar.
Ya estáis tardando en verla,
un drama familiar y policíaco de primer orden y una de las grandes olvidadas
dentro del mundillo seriéfilo.
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