Ya está, la serie de ciencia
ficción ha llegado a su fin con su cuarta temporada. Sanctuary no pasará a la
historia de las series, pero siempre es triste cuando una serie acaba.
Ésta cuarta temporada gira
entorno a la salida de los anómalos de la Tierra Hueca, cientos y cientos de
seres que dejan de vivir bajo tierra para intentar encontrar su lugar en la superficie.
Algunos intentarán la
convivencia pacífica, mientras que otros… bueno, se liarán a tortas.
Por si no fuera suficiente con
la amenaza que ellos suponen, también tendremos una organización gubernamental
que le hará la competencia a la red Santuario, ahogándoles financieramente y
usando métodos distintos a los habituales.
Lo mejor de la temporada es la
sensación de continuidad que tiene, trece capítulos que más o menos siguen una
trama común. Esto que puede parecer una tontería hace que como conjunto sea la
mejor temporada de la serie (dentro de sus limitaciones), con un final que
invitaba a seguir otra temporada más.
Y lo peor, como siempre, son
los efectos especiales. De verdad que incluso en el último capítulo hay
momentos sonrojantes, decorados hechos por ordenador que parecen de hacer
quince años, salas enormes con sólo dos mesas (lo que les entraba delante de la
pantalla verde) o lindezas similares.
Pero bueno, si entras en el
rollo cutre ciencia-ficción que tiene la serie, se lo perdonas.
Porque no nos engañemos, la
serie es floja, muy floja, sirviendo únicamente para entretener a mentes que
tengan ganas de estar vacías y ver algún que otro bicho raro por pantalla.
En conjunto ha sido una serie
llena de altibajos, con más bajos que altis, pero que ha sabido encontrar un
hueco con su (seguro) bajísimo presupuesto, sabiendo lo que hay e intentando aprovechar
sus puntos fuertes.
Los personajes (sobre todo un
par de secundarios) se habían hecho de querer, así que se les echará de menos.
Si os va la ciencia ficción y
no tenéis expectativas, lo pasaréis bien. En caso contrario a otra cosa.
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