Debo reconocer que empecé ésta
serie porque el protagonista era Kevin Spacey, un hombre que si algo sabe hacer
es dar una personalidad inconfundible a sus personajes.
Además, llevaba tiempo
queriendo ver una serie puramente política; y ésta tenía buenas críticas, era
nueva y venía abalada por un servicio de pago que ojalá llegara a España
(Netflix).
La serie nos narra la historia
de Frank Underwood, un congresista americano que mueve muchos hilos dentro del
congreso, digamos que es el hombre fuerte de su partido en el mismo.
Ante la elección de un nuevo
presidente, Frank esperaba ser nombrado secretario de estado, y al no
producirse éste nombramiento empezará a mover piezas para conseguir un puesto
que él cree que merece.
Trece capítulos en los que
veremos los movimientos de Frank dentro de su partido, negociando,
chantajeando, manipulando… vamos, haciendo todo lo que crea necesario que debe
hacer para conseguir sus objetivos.
La trama es muy buena,
mezclando varias historias con la del congresista protagonista, historias como
la de una joven periodista que se acerca a él para conseguir información, la de
otro congresista que tiene algunos problemas con la bebida, una huelga de
profesores, movimientos para conseguir fondos… Todas ellas bien desarrolladas y
con peso a lo largo de los distintos capítulos. Vamos, que no son tramas de un
solo capítulo en ningún momento.
Tenemos también la relación
especial que mantiene Frank con su mujer, que se va desvelando a medida que
avanza la serie y en la que cada uno tiene sus motivos para permanecer en ella.
Y aún falta lo mejor: los
duelos interpretativos que aparecen cada dos por tres, moviéndose la serie por
diálogos entre un par de personajes, todos tensos y de gran nivel.
Sinceramente, no esperaba que
se tratara de una serie tan buena. Trata todos los temas que pueden estar
relacionados con el poder, y lo hace de una forma seria pero no por ello olvida
que se trata de una serie de televisión.
Un buen ritmo, aderezado con
unos cuantos monólogos de Spacey hablando a cámara acaban por redondear una
auténtica sorpresa que, de tener continuidad, puede convertirse en un auténtico
clásico.
Así que ya sabéis, si os gusta
mínimamente la política no podéis dejar pasar House of Cards. Es realmente
buena.
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