Hoy os traigo un tomo de un
manga que no llevo al día y cuyos primeros tomos llevan más de una década en la
estantería. El caso es que ha sido por verlos durante tanto tiempo allí que me
han ido entrando cada vez más ganas de releerlo y ponerme al día.
Empiezo con el número 8, pero
realmente fue el primero que se publicó en España. Es de esas cosas que las
editoriales españolas han hecho de vez en cuando, como partir libros en
cachitos y venderlos por separado.
Lo primero que llama la
atención es que se trata de la típica (o no) historia de samuráis pero con la
peculiaridad de representar a los personajes como animales antropomorfos, es
decir, que el prota es un conejo samurái.
Éste estilismo que a priori
parece destinar la obra a un público infantil no es sino una fachada que
esconde historias profundas con un estilo de dibujo claro, de trazo limpio y
muy vistoso.
En éste primer (u octavo)
número tenemos a un personaje que no se presenta, pero del que vamos sabiendo
cosillas según avanza la trama, una trama partida en distintos capítulos auto
conclusivos que hacen (a veces) referencia a historias ocurridas en tomos
anteriores (inexistentes al publicarse éste). Sé que parece un poco lioso, pero
puede leerse perfectamente sin haber leído nada más del personaje.
Las historias van de menos a
más, teniendo desde la típica en la que debe proteger un pueblo a otras más
experimentales o del estilo Adachi en las que se nos transmite enterita sin una
sola nube de texto.
Lástima que la bizarrada
inicial (con las tortugas ninja) tire de espaldas a más de uno, porque el resto
del tomo es muy, pero que muy bueno, y engancha cosa mala.
Llama la atención que el autor
tiene esa rara capacidad de saber transmitir sentimientos con la composición de
las viñetas, ya que con un dibujo bonito pero para nada espectacular es capaz
de hacernos ver qué pasa por la cabeza de los personajes sin que digan nada.
Puliendo las escenas de acción
puede ser un imprescindible.
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