Gracias a un regalo de Rasetsu
hay ahora en cosa un nuevo volumen de esos bien gordos de los Muertos
Vivientes, y es por ello que hoy os paso a comentar el primero de los cuatro
tomos que lo componen.
En éste noveno tomo de la
serie es evidente que el guionista opta por tomarse un ligero respiro tras todo
lo sucedido en la cárcel: con los personajes desperdigados o muertos, Rick y su
hijo están solos por primera vez, y eso es algo con lo que ambos deberán
aprender a lidiar.
En general se trata de un
número mucho más pausado, con dos personajes en primer plano intentando
gestionar las emociones del duro golpe recibido. Tanto el padre (perdiendo la
confianza) como el hijo (sin tener muy claro si comportarse como un adulto o
no) tienen un buen montón de demonios internos con los que lidiar, y a eso se
dedican.
Personalmente agradezco mucho
éste tipo de números, en ellos vemos la evolución psicológica de unos
personajes que llevan un año y pico realmente horrible, y necesitan éstos
momentos de pausa para incorporar a su personalidad los golpes que les da la
vida.
Puede que más de uno entienda
éstas páginas como un bajón, pero sin ellas sería imposible tener los subidones
de acción, o simplemente nos daría igual quién vive y quién muere.
Genial.
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