Y llegamos al final. Escribo esto
apenas veinte minutos después de terminar el último tomo, así que la sensación
de nostalgia por haber llegado al final todavía está presente. Esa sensación
que te embarca cuando llevas mucho tiempo acompañado por algo y se termina,
aunque puedas volver a disfrutar de ello no volverá a ser lo mismo.
En ésta última saga todos las
tramas pendientes terminan, y el Itto ryu se enfrenta a los hombres de Habaki
con la interferencia de Manji y Rin de por medio. Son cinco tomos intensos, que
empiezan con combates interesantes pero de personajes a los que no tenemos
tanto apego para ir entrando en liza los pesos pesados, esos personajes que
llevan con nosotros desde el principio y cuyas muertes sentiremos mucho.
Y son unos combates
magníficos, llenos de escenas épicas, movimientos rápidos, conversaciones
intercaladas… pero por encima de todo ello con una sensación omnipresente de no
tener demasiado claro quiénes son los buenos y quiénes los malos, una sensación
de estar ante algo que no tiene sentido, luchas entre gente con unos ideales
similares que se enfrentan por cosas ya pasadas y que no han podido arreglar.
Son unos combates tristes,
cada muerte te afecta, y al final de todo no estás igual que cuando lo empezaste.
Habrá personajes que sobrevivirán, historias que llegarán a su fin… pero
siempre esa maldita sensación de nostalgia. Una sensación acentuada por el
capítulo de epílogo, algo que no era necesario pero que te pega en el estómago
al comprender cómo terminó la relación entre Rin y Manji, y cómo éste sigue
vivo tanto tiempo después de lo sucedido que es el único que lo recuerda.
La reseña de la obra entera
salió no hace demasiado, así que si queréis saber mi opinión sobre ella al
completo, no dudéis en leérosla. Ahora sólo me queda recomendaros que os hagáis
con éste espléndida obra, una obra que gana mucho de ser leída del tirón.
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