He tardado más de lo normal en
retomar Lobo Solitario, y no porque sea un manga que no me esté gustando (al
contrario) sino porque el tiempo da lo que da y le han pasado por delante
lecturas más ligeras.
En fin, espero que no pase más
y el ritmo de los doce tomos que me quedan para terminar la serie sea
algo más
regular (o me quedaré sin ellos en las tiendas XD).
El tomo que nos ocupa hoy
muestra un síntoma que se venía viendo en los tomos anteriores, y no es otro
que hacer capítulos generalmente más largos, de tal modo que las historias
autoconclusivas que se cuentan en los mimos tienden a estar más elaboradas y
dejar mejor sabor de boca. Es un cambio a mejor, que hace que la experiencia
con cada tomo sea mejor que al tener más historias, pero más cortas.
Y luego tenemos la siempre
presente trama de los Yagyu, una trama que se avanza poquito pero que sigue
presente.
Diría que éste tomo es un
ejemplo perfecto de lo que está siendo la obra en cuanto a temática: campesinos
negociando con un noble, yakuzas haciendo el mal, historias de venganza,
emotividad con el reencuentro padre/hijo y, en definitiva, un pequeño retrato
de lo bueno y lo malo de la sociedad feudal japonesa.
Y todo narrado a la
perfección, como siempre, en un ejemplo a lo Adachi de cómo deben situarse las
viñetas y cómo debe narrarse en papel.
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