Outlandlander fue, con su
primera temporada, una auténtica sorpresa, una serie romántica que nos llevaba
a los Highlands escoceses durante el siglo XVII, pero que sabía ir más allá del
simple romance y nos ofrecía una serie fresca, original y bastante adulta.
Así que la segunda temporada
tenía un gran reto por delante: conseguir superar a una primera bastante mitificada,
y es que ya sabíamos que nos podíamos encontrar.
La primera decisión
inteligente es el pasar el escenario a Francia e implicar mucho más los
acontecimientos históricos de la época, de éste modo nos queda una temporada
que gira en torno a la rebelión escocesa y su derrota (punto culminante de la
temporada que vemos venir desde el primer capítulo).
Alarga demasiado algunos tramos,
dando lugar a momentos en que el ritmo cae bastante y nos deja una serie con
menos punch. No tengo claro si el problema viene por querer alargar la etapa en
Francia (con algunas tramas irrelevantes) o porque la serie necesitaba una
bajada de ritmo para no comerse a los libros en los que se basa, pero el caso
es que ha habido capítulos en los que he acabado mirando el móvil, y eso nunca
es buena señal.
Por suerte cuando coges el
conjunto de capítulos te das cuenta de que la calidad de la serie sigue
intacta, los elementos principales intocados y la satisfacción global sigue
siendo buena, aunque algo menos.
Y luego está el último
capítulo, una película en sí misma con un avance temporal que nos deja con el
culo torcido y deseando saber qué nos podemos encontrar en la tercera
temporada. Es un cambio valiente y que puede darle un nuevo aire a la serie,
evitando que se agote.
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