Y llegamos al final, otra
serie cuyo repaso acaba, en ésta ocasión una de Urasawa, lo que hace que el
final sea algo más importante.
Es que éste hombre se monta
unos líos tan tremendos durante el desarrollo de sus obras que después es
difícil que el final acabe siendo satisfactorio. Veamos si le sucede en 20th
century boys (para muchos su mejor obra).
Sinceramente me gusta que éste
tomo de un cierre a varios de los personajes secundarios que tantas cosas han
pasado, personajes que están allí desde el principio y que tienen sus momentos.
Posiblemente sea esto y el abrazo final lo que más me gusta del cierre que se
le da a la obra.
Por el otro lado tenemos unos
planes bastante apresurados y una sensación de que todo acaba de forma
demasiado simple. En otras obras no sería un hándicap, pero en una que nos ha
hecho dar vueltas como peonzas se antoja que no está a la altura.
Además, hay elementos que
quedan colgados (era evidente) pero lo más sangrantes es que alguno de ellos se
nos presentaba en el tomo anterior (el papa y el sacerdote de los tatuajes).
Son tramas olvidadas y que quedan en el aire. Una lástima.
Lo que sí que consigue Urasawa
es dar un final emotivo a la obra, uno de esos con momentos emocionantes, pero
no por acción o por lo que pasará, sino porque consiguen emocionarte. Son cosas
en apariencia sin demasiada trascendencia (como el ver al cantante famoso
preparándose para tocar o las escenas de Sadakiyo) pero que le dan ese toque distintivo a una obra que,
por lo general, ha estado a un nivel altísimo.
Me quedo con lo bueno, pero no
puedo evitar sentir ese sabor agridulce que me deja el final. A ver si los dos
tomos de 21th Century Boys acaban de mejorarlo.
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