Sobrepasamos el ecuador de la
serie y encaramos su segundo mitad con éste onceavo volumen. Un nuevo tochal de
cuatrocientas páginas que sigue con la trama del Lobo Solitario y su Cachorro.
En ésta ocasión tenemos lo que
es un tomo de manual de ésta obra: historias auto conclusivas que retratan
distintos aspectos de la cultura japonesa de la época, pero la más real y
cruda, dejando de lado el romanticismo típico de éstos relatos. Como siempre,
la corrupción y el honor se dan la mano en unas tramas totalmente maduras que
consiguen llegar al lector gracias a su potencia.
Además, tenemos un punto
diferenciador respecto a tomos anteriores: el fondo de los relatos contenidos
en el volumen gira en torno al concepto de los hierba (espías que echan raíces
en la zona, una especie de agentes durmientes). Es un concepto muy potente que
da para más de un drama.
Como podéis notar por mis
comentarios en los últimos tomos de ésta obra ya he vencido toda reticencia que
pudiera tener hacia la misma, me rindo ante la indudable calidad que tiene y me
sorprende lo bien narrada que está. El dibujo tampoco se siente demasiado
añejo, ya que cuenta con un estilo particular que recuerda a algunas pinturas
de la época, parece hecho antiguo adrede más que por ser de hace tantos años.
Lo único que he echado de
menos es algo más de protagonismo del niño, personaje estrella en anteriores
tomos y que aquí pasa a un papel secundario. Por lo demás. Estupendo.
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